La Tronca de Nadal o La Tronca de Navidad es una de las fiestas más entrañables del ciclo y solsticio de invierno en Aragón (también de Cataluña donde se llama el «Tió» de Nadal). La tronca de Navidad es una celebración familiar, íntima y doméstica en torno al fuego del hogar, en la que participan todos los miembros de la casa, pero muy especialmente las niñas y los niños de la familia.
La Tronca de Navidad se realiza cada Nochebuena de acuerdo con tradición y a unos rituales que se pierden en la noche de los tiempos.
La Tronca o toza es el tizón o tronco más grande de los que arden en el fuego del hogar en las frías jornadas del invierno (debido a que el fuego, la casa, el hogar constituyen un elementos fundamentales en las tradiciones más ancestrales).
Un tronco que se bendice y en torno al cual se formulan los buenos deseos -no obstante, si no hay fogaril también puede ser un tronco que se encuentre en cualquier rincón del hogar o de la estancia familiar-.
El rito de la Tronca
«Tronca de Nadal yo te bendizco, ¡En o nombre de o Pai, de o Fillo y de o Esprito Santo! Amén!»
«Bebe tizón, bebe porrón, tu por a boca y yo por o garganchón»
«Tronca de Nadal, caga turrons y pixa vi blanc»
«Buen tizón, buena casa, buen barón, buena brasa, que Dios conserve a os amos d´ista casa»
«Buen tizón, buen barón, buena casa, buena brasa. Buena longaniza grasa, Y la Dueña d´ista casa»
Después de la bendición y el recitado de los mayores es el momento en el que se hace «cagar» a la tronca o al tizón y seguidamente, «misteriosamente», como por magia en una mágica noche, aparecen los regalos que han ocultado padres y abuelos para ilusión y regocijo de los más pequeños.
Ana Abarca de Bolea, escritora y religiosa del Monasterio de Casbas escribía, en aragonés, en el siglo XVII:
«Toz la claman buena noche, dirálo la colación
y lo tizón de Nadal que ye nombrado tizón»
Nuestra cultura
Debemos mantener estas celebraciones populares que tienen un enorme valor social, etnológico, cultural e histórico, y son capaces de sobrepasar los límites impuestos por la sociedad de consumo.
Es necesario conservarlas y divulgarlas como una parte importante de nuestra identidad y patrimonio cultural intangible, evitando su pérdida o desprestigio frente a otras costumbres, en buena medida adquiridas en los años del desarrollismo, que marcaron el desinterés por las tradiciones aragonesas, abocándolas a su retroceso o, incluso, completa desaparición.